El impacto emocional durante el aislamiento

Al ver que el termómetro marcaba treinta ocho grados ya supe que me iban a prescribir aislamiento. Había acabado de trabajar con las consultas online que estaba haciendo desde casa debido a la orden de confinamiento. Pude estar concentrado en el trabajo a pesar de que la fiebre estaba subiendo a lo largo de la tarde. Me apresuré a buscar a mi hijo ya que para él, que tiene casi dos años, la tarde noche es una hora crítica.

Y es que todos estamos notando la falta de la cotidianidad 

“¿Se habrá descongelado la cena?”. “La he sacado tarde”. “No se quiere bañar”. Al final entra y disfruta del agua hasta que se enfría y sus manos están arrugadas como pasas. Ahora no quiere salir. Tampoco quiere ponerse el pijama y grita “bibi bibi”. En su idioma esto significa “quiero cenar ya papá”. Rabieta. Intento estar lo más calmado posible y que pase la tormenta con actitud acogedora aunque estoy agotadísimo.

“Manel, Gala, Mario, Abel, Martín, Sara…” mientras se va a dormir y cuando se despierta, Mateo recita el nombre de todos sus amigos de clase de la guardería. Los echa de menos. Y es que todos estamos notando la falta de la cotidianidad.

En una situación de emergencia y extraordinaria, en la que ha habido un corte brusco con nuestra realidad habitual, todo lo que se da por sentado desaparece

Hace dos años estuve aislado durante un mes en el hospital después de un problema en una cirugía mientras mi mujer estaba en el séptimo mes de embarazo. Mi mundo se redujo a esas cuatro paredes. Prácticamente no podía ver más que a los profesionales que de ahí entraban y salían. Fue un viaje difícil y del que aprendí a manejarme en la incertidumbre, la ansiedad, el miedo y la tristeza.

Desde aquí quiero contribuir a normalizar ciertos estados por los que vamos a pasar durante este largo confinamiento y que a continuación paso a relatar.

En una situación de emergencia y extraordinaria, en la que ha habido un corte brusco con nuestra realidad habitual, todo lo que se da por sentado desaparece. Lo que normalmente nos brinda un apoyo, en momentos así, ya no lo hace.

Otra característica de este momento actual debido a la enfermedad, es que es un periodo transitorio en el que las personas no podemos ubicarnos aquí ni allí, sino en un lugar extraño, que es eventual, híbrido y que es difícil adjetivar o concretar. Esto se llama liminidad y es un concepto acuñado por Armand Van Gennep. Como indica Wikipedia “es estar en un umbralentre una cosa que se ha ido y otra que está por llegar”. En este periodo todo es ambiguo, misterioso ya que posee muy pocos o ningún atributo tanto del estado pasado como del venidero.

Yo estoy intentando encontrar mi sitio. Voy como vaca sin cencerro. Sin sentir que sé lo que hago. Me pone histérica esa sensación”, decía una amiga 

Algunos sufrimientos psicológicos debutan en momentos de transición

Todo aquello que no nos resulta familiar, que es fluido pues no tiene los contornos habituales tiene más probabilidades de ser experimentado como problemático y peligroso.

Algunos sufrimientos psicológicos debutan en momentos de transición. Por ejemplo, en el trastorno de pánico, son típicos los comentarios de las personas que lo han sufrido o lo sufren: “Me fui a la universidad y dejé mi grupo de amigos”, “me mudé a trabajar a otra ciudad y mi novia me dejó”. Hay más factores que influyen en la experiencia de pánico, como la experiencia de estar sobreexpuesto sin mediación afectiva, con un sentimiento de soledad. Sobre todo quería recalcar la variable de transitoriedad.

Otros ejemplos de estados liminales son cuando estamos ingresados en  un hospital o el paso de la adolescencia a la vida adulta. (1) Son momentos en los que sufrimos ambigüedad identitaria que queda redefinida de un modo diferente cuando acaba la transición.

Los rituales que ayudan al consuelo que da el grupo, a procesar la pérdida, ahora no pueden llevarse a cabo

Como ya he nombrado antes, es estar viviendo en un paréntesis que puede cerrarse o no. Es una interrupción que nos cambiará a algunas personas para siempre. Pienso en las familias en las que ha fallecido un miembro al que no han podido acompañar por tener que estar ellos mismos confinados en casa. Los rituales que ayudan al consuelo que da el grupo, a procesar la pérdida, ahora no pueden llevarse a cabo. Al menos no del mismo modo, no desde una presencia física, como la que nos aporta un abrazo de alguien que queremos. Los rituales son importantes en procesos liminales porque dan estructura. A través de ellos podemos dar el sentido a esa realidad cotidiana que en momentos como éste no resulte extraña.

Vivir en un periodo liminal trae dudas, ansiedades, miedos; puede aparecer el pánico, la tristeza, la soledad… fruto de la incertidumbre, la transitoriedad y la extrañeza de la situación.

Creo que nos resultaría útil rescatar una pequeña parte, ya que es mucho más amplia, de la definición que hace Heidegger de la ansiedad. Dice que es una inquietud donde (2)“no nos sentimos “en casa” dentro del mundo”. (3) “El mundo es un hogar a través del significado y las redes de familiaridad que construimos” pero en esta situación que nos trae el Coronavirus se rompe con la familiaridad, y el mundo en sí parece completamente desconocido. Insisto en todo aquello que tiene que ver con lo diferente, con lo que no es habitual para nosotros porque creo que esa sensación de extrañeza, de estar desubicados, nos asusta mucho y porque genera ansiedades, miedos, angustias…

Ahora es normal sentir ansiedad porque los soportes habituales los hemos perdido y necesitamos crear nuevos 

Para Heiddeger, la ansiedad también es un estado que carece de paz que nos “revela la existencia” y es un momento que tiene potencialidades. Es como si el potencial se encontrara dentro de la ansiedad porque cuando lo familiar desaparece tenemos que volver a revisar nuestro propio significado en la vida.

En mi experiencia personal y también en mi vertiente profesional como psicólogo, trabajando con personas que sufren ansiedad, resulta útil no tratar de eliminarla sino de prestarle atención, ya que es una señal que nos informa de que algo en nuestra vida necesita ser atendido. Nos habla de que necesitamos apoyo. Ahora es normal sentir ansiedad porque, como decía al principio, en una situación como ésta, los soportes habituales los hemos perdido y necesitamos crear nuevos.

Han aparecido muchas recomendaciones en prensa y en redes sociales. Todas ellas son importantes como: tener rutinas, buena alimentación, hablar con familiares, etc. Sin embargo, también es importante dedicarse un tiempo para parar y respirar. El COVID-19 afecta a la capacidad respiratoria. Y es que hoy en día nos falta coger aire, crear espacios para asimilar lo que nos está pasando.

Sé que no es fácil. Hablando con un amigo, decíamos “¿cuándo vamos a prestar atención a nuestras ansiedades, a lo que sentimos y a lo que necesitamos?”. “Tenemos que trabajar virtualmente, ser padres, cocinar, limpiar, ser maestros de primaria, infantil o secundaria, animadores de ocio y tiempo libre, entrenadores personales, atender los miedos del resto de la familia y que nos quede un rato por la noche para ver una serie si no es que falta algo por limpiar o cocinar para el día siguiente”.

Durante este confinamiento vamos a tener que convivir con diferentes estados y emociones que es importante ir nombrando

La rueda a la que estamos acostumbrados sigue en algunas casas unido al estado liminal, transitorio y ambiguo, la ansiedad y el miedo. En otras, es muy difícil trabajar desde casa ocho horas, sobre todo si hay que cuidar de niños y algún miembro de la familia está aislado por COVID-19.

Hay gente que prefiere todo este ajetreo para mantenerse ocupado y no tener que prestar atención a lo que siente. También es una opción.

Durante este confinamiento vamos a tener que convivir con diferentes estados y emociones que es importante ir nombrando. Reconocer que estoy enfadado, que tengo miedo, etc puede servir para poder validar nuestra experiencia y apoyarnos. Mi compañera Cristina De la Cuadra, lo cuenta muy bien, en este audio de su participación en las noticias territoriales en RNE 5 y RNE 1 de Valencia.

Escribir una frase breve sobre aquello que sentimos puede ayudarnos para el trabajo con las emociones. Reconocer nuestros sentimientos permite que nos podamos diferenciar y no quedarnos atrapados por la emoción. Sacar a la luz nuestros sentimientos ya sea escribiendo o nombrando es una forma de salir de la abstracción mental que a veces nos lleva a pensar que estamos locos o a sentirnos culpables por sentir lo que sentimos. Está muy extendida la idea “de que siempre hay que estar bien” y pensamos que estar bien es no estar triste. Es todo lo contrario, sentir la tristeza en una situación que realmente lo es, es sano.

Compartir cómo se siente cada uno  y ser escuchado puede ayudar a transitar todo este proceso

Las familias o las parejas pueden jugar a que cada persona nombre cómo se siente y los demás escuchan sin hablar. Sólo se pueden ofrecer gestos, como por ejemplo dar la mano o abrazar. No vale decir “no te sientas así”, “otra vez estás con eso”, “es que sólo ves el lado negativo”, “lo que tienes que hacer es centrarte en lo positivo”… Compartir cómo se siente cada uno  y ser escuchado puede ayudar a transitar todo este proceso. Cuando sin tomarnos tiempo para escuchar con detenimiento al otro, decimos frases como las anteriormente citadas o algo similar, las personas podemos sentir que no se nos reconoce, no nos sentimos vistas y no tenemos una sensación de poder el compartir el sufrimiento. No nos sentimos apoyadas y sí ansiosas.

Sufrimiento es una palabra que viene del latín “suffere” y que significa “llevar sobre uno mismo”. Realizar este tipo de juegos, de nombrar lo que sentimos y escucharnos, puede aligerar el peso de llevar sobre uno mismo la carga del impacto emocional que tiene esta situación. En definitiva, compartir lo que nos duele, es algo que siempre reconforta.

Communitas es la posibilidad de construir un paraíso en el infierno, cuando estamos en un estado liminal y atravesando momentos de incertidumbre

El antropólogo Victor Turner, que siguió estudiando el concepto de liminidad creado por Armand Van Gennep, habla del concepto “communitas” que es un palabra del latín para describir (4) “el espíritu de comunión, igualdad social, solidaridad y unión que se forma entre personas que comparten la misma adversidad, ya que nos unimos para sobrevivir y apoyarnos mutuamente”. Communitas es la posibilidad de construir un paraíso en el infierno, cuando estamos en un estado liminal y atravesando momentos de incertidumbre.

El impacto del Coronavirus ya no es únicamente algo que vemos en televisión en un país lejano. Hemos dejado de ser meros espectadores a ser actores y participantes. Participar de todo esto no está siendo nada fácil. Estamos realizando muchos ajustes, incluso los niños, y es fácil caer en la sensación de no estar haciendo lo suficiente. Algo muy típico de los tiempos en los que parece que siempre podríamos hacer más mientras vamos con la lengua fuera y el corazón a doscientos por hora.

Todavía nos queda. Después de más de quince días, en los que hemos hecho muchos esfuerzos para ajustarnos a la situación, podemos pasar por un bache o bajón. Esto es normal. Es una toma conciencia de que queda un largo recorrido. Esta fase de decaimiento pasará y volverá. También podemos sufrir insomnio, ganas de llorar, confusión, cambios en los patrones de alimentación, apatía. etc. Por eso es importante darse tiempo para hablar de nuestros sentimientos. A veces no es suficiente hacerlo con familiares y amigos, por ello tanto a nivel privado como público, se ofrece ayuda profesional, vía telefónica o por videollamada.

Debemos estar preparados, ya que cuando salgamos del confinamiento tendremos que pasar por otra fase liminal. Al principio es posible que nos cueste, que nos encontremos raros, con desconfianza y miedo, hasta que vuelva todo a otra normalidad.

Pero aún no estamos ahí. Así que mientras estamos aislados, respiremos, acojamos nuestros sentimientos y emociones, valoremos el esfuerzo que estamos haciendo todos y brindemos un aplauso a nuestros hijos, a nuestras mujeres y maridos, a los profesionales de los diferentes ámbitos… Si estás sólo hazlo para ti.

 …mientras estamos aislados, respiremos, acojamos nuestros sentimientos y emociones, valoremos el esfuerzo que estamos haciendo todos y brindemos un aplauso…

Yo ya no tengo síntomas pero debo seguir aislado. Voy haciéndome a la idea de que este domingo no podré estar en el cumpleaños de mi hijo aún estando en la misma casa. Mucha gente me dice que él no se entera pero yo sí y me gustaría estar. Voy acogiendo esta tristeza. También, voy pensando en que podré conectarme virtualmente para cantarle cumpleaños feliz y seguiré soñando con tiempos mejores para todos.

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