¿Cómo me subo la autoestima?

“Mi problema es que me quiero muy poco. Tengo la autoestima baja. Todos me lo dicen. Me dicen también que la tengo que subir, que no tengo razón en sentirme así. Pero esto me hunde más porque no sé cómo hacer para sentirme diferente. ¿Cómo me subo la autoestima?”

Esto puede ser algo que cuente alguien en terapia. A menudo, cuando nos sentimos mal, es fácil que otras personas nos diagnostiquen precisamente, “a ti lo que te pasa es que tienes muy baja la autoestima”. Puede que tengan razón. Sin embargo, decir a alguien algo así, sin más, puede tener el efecto de que la persona se sienta aún peor. Le estamos diciendo que no solo tiene la autoestima baja, sino que ¡qué hace que no se la sube!

Pero es que pedirle a alguien que se “suba la autoestima” es como pedirle que vuele estirándose del cuello de su propia camisa. Sí, de acuerdo, es preferible tener una autoestima alta, pero ¿acaso tenemos algún palanca por dentro que podamos girar para subirnos o bajarnos la autoestima?

A mi modo de ver, el problema de la autoestima no es tanto cómo hacer para subírnosla, sino qué o quién nos la baja. Los niños muy pequeños no tienen problemas de autoestima. Mejor dicho, no los tienen hasta que otros (en la familia, en el colegio…) les tratan de manera que su autoestima empieza a bajar. La autoestima no es más que la estima que recibimos de los demás, que se convierte en autoestima cuando la interiorizamos y la hacemos nuestra. Si recibimos estima, tendremos autoestima, y si no, no.

Es una autoestimaque sale de dentro. Si hemos recibido suficiente valoración por parte de personas de nuestro entorno –una valoración incondicionalque no dependa más que de ser quienes somos– sentiremos que valemos la pena pase lo que pase, sentiremos que merecemos ser queridos y valorados por los demás sin que tengamos que hacer nada especial. No es más que el mensaje que nos habrán dado esas personas que nos han valorado, que se reflejará en nosotros en una buena sensación de valoración de nosotros mismos, de confianza en que nos podemos acercar a los demás desde nuestro valor y nuestra singularidad.

Sin embargo, lo que pasa muy a menudo, por desgracia, es que somos sometidos continuamente, y desde niños, a valoraciones externas. Otras personas nos dan a entender que nuestro valor no es incondicional sino condicional: depende de lo que hagamos, o de lo que seamos, o de lo que tengamos. Esas personas se atribuirán el derecho a juzgarnos y decidir si tenemos valor o no, si valemos la pena o no, en función de sus propios criterios, externos a nosotros. Nos dirán que nosotros no tenemos valor por nosotros mismos, sin más, sino que nos hace falta un plus.

Si me han dicho, y me he creído, que mi valor depende del valor que tenga lo que hago, tendré la sensación de que mi autoestima irá en función de mi rendimiento. Si rindo, valgo, si no rindo, no valgo. Para sentir mi valor necesitaré ser un atleta, ser muy buena estudiante, ser un empresario de éxito, tener habilidades como amante y proporcionar mucho placer a mis parejas, ser aguda y brillante en mis observaciones, o, en general, hacer cualquier cosa que me hayan dicho que tiene valor. Una parte de mi autoestima dependerá de lo capaz que me sienta de hacer estas cosas y de lo bien que me salgan. Será, por tanto, una autoestima muy frágil: me sentiré siempre acechado por el miedo a no ser tan buena o bueno, que aparezca alguien que haga las cosas mejor que yo, ponga de manifiesto que soy un fraude, y me deje en ridículo.

Si me han dicho, y me he creído, que mi valor depende del valor que me otorguen los demás, sentiré que estoy a expensas de ser valorada o valorado por otros, a menudo comparándome con otras personas. Para sentir mi valor necesitaré “sentirme guapa”, estar sano, tener “buen carácter”, ser joven (o parecerlo), estar delgada, ser simpático y “caer bien”, ser poco conflictiva, opinar lo mismo que los demás, y, en general, intentar ser todo aquello que a los demás les venga bien que yo sea. Querré “ser buena” y “estar buena”. Mi autoestima, sin embargo, será siempre insuficiente y estará siempre a punto de venirse abajo, porque jamás podré cumplir con todas las expectativas de todos. Nunca seré eternamente joven, nunca estaré eternamente sano, nunca conseguiré caer siempre bien ni estar siempre de buen humor –solo podré intentar aparentarlo, pagando un precio muy alto por ello.

Si me han dicho, y me he creído, que mi valor depende del valor de mis posesiones, sentiré que necesito tener cosas para que los demás vean mi propio valor y me quieran. Buscaré que me quieran a mí a través de querer mis cosas. Necesitaré tener dinero, una buena casa, un coche de marca, hacer viajes caros, tener mucha ropa diferente y de mucha calidad, tener un marido que es un “buen partido” o una esposa “florero”, y, en general, querré tener cosas que me parezca que tienen valor a los ojos de los demás. Necesitaré que todo el mundo vea todo esto que tengo. Que se note. En consecuencia, mi autoestima será algo que sentiré que me pueden robar en cualquier momento, en el momento en que roben (o pierda) mis posesiones. Si dejo de tener cosas de valor, dejaré de tener valor yo mismo.

Así que, volviendo al tema del principio, ¿cómo podemos hacer en terapia para ayudar a las personas a “subir su autoestima”? En mi opinión lo primero es encontrar qué la mantiene baja. Si la autoestima de una persona está baja, eso me lleva a preguntarme y explorar con ella cosas como, por ejemplo, ¿qué mensajes has recibido en tu vida que te dicen que no vales por ti misma, sino por lo que haces, por “ser buena/o” o por tener cosas? ¿Quién te ha enviado esos mensajes en tu historia? ¿Quién te los sigue enviando? Si te parece que no te los dice nadie sino que “te los dices tú a ti mismo o a ti misma”, ¿hasta qué punto necesitas seguir creyéndotelos o siendo leal a ellos? ¿Cuáles quieres que sean tus propios valores? ¿Quién te ha valorado en tu vida de forma incondicional?

Se me ocurren mil cosas más para explorar. Pero en cualquier caso, lo que no haría en ningún momento es dejar sola a la persona diciéndole que se tiene que subir la autoestima ella misma. No creo que eso sea posible. Necesitamos a los demás.

Scroll to Top